Nicolás Soza es surfista y shaper, pero también explorador de olas. Conversamos con él recién regresando de una expedición que lo llevó a caminar 80 kilómetros de costa del sur de Chile para saber qué hay detrás de la búsqueda de la ola perfecta.
El objetivo final es el sueño clásico: Ser el único en el agua, surfeando una ola jamás antes surfeada. Todo el que se ha montado en una tabla conoce la fantasía, pero de ahí a llevarla a la realidad es otra cosa.
Nicolás Soza empezó a surfear en su adolescencia y casi al mismo tiempo a explorar con el apañe de algunos surfistas de la vieja escuela como Masi Rojas y Sergio “Pocha” Salas de la región del Maule. Hace 17 años, el surf en Chile era incluso más inhóspito que sus costas y aquellas olas que hoy en día ya son familiares, en ese entonces aún significaban una gran aventura. Sin embargo fue hace tres años, con una excursión cerca de la zona de Mehuín en la Región de los Ríos, que la cosa empezó a subir de nivel.
“Tuve una experiencia bien pesada”, cuenta, “me anduve perdiendo y fui con un amigo que no estaba preparado, ni físicamente ni con equipo. Nos pilló la noche y pasamos un mal rato, nos perdimos, salimos de esa situación pero mi amigo entró en pánico, se torció un tobillo y llegamos con principios de hipotermia, fatigados. Un trekking que era de tres horas se convirtió en uno de ocho”. Después de esa experiencia inolvidable le quedó claro que, si lo que quería era adentrarse más en la búsqueda, era necesario también estar preparado para ello.
Desde entonces y con una buena preparación física y técnica en sobrevivencia, alta montaña, primeros auxilios y más, Nicolás procura al menos una o dos exploraciones por año a zonas de Chile de las que se sabe poco o, en algunos casos, ni siquiera han sido exploradas.
La última de estas expediciones le llevó hasta la Región de la Araucanía, lugar que ha venido investigando desde hace un par de años y que cuenta con condiciones buenas desde el mes de enero. La idea inicial era ir tras una ola que ya había visto funcionando el año pasado pero no pudo surfear, cosa que tampoco fue posible en esta ocasión puesto que su regreso no coincidió con las condiciones correctas, y es ahí cuando empezó la caminata.
Durante 8 días fueron más de 80 los kilómetros recorridos entre bosques de pino, dunas y senderos cerrados por espinos, entre los que había que abrirse paso a punta de machete. Esta excursión resultó con el avistamiento de olas con mucho potencial: “Son todas olas que funcionan en su mayoría con el mar mediano hacia grande, hay un par que funcionan con el mar chico, pero son beach breaks y no de gran calidad, en cambio las otras sí”, explicó.
Una izquierda con fondo de roca, un beach break de características similares a Pichicuy, una punta de derecha y un bajo con otra derecha de gran tamaño fueron los grandes hallazgos.
Aún así, este viaje no se trataba de surfear sino de explorar: “La misión era conocer bien la zona y recorrerla, cosa que no había podido hacer antes”, contó Nicolás, “la vez anterior solo había llegado hasta la ola que quería ver y más allá de eso no pude explorar, pero este viaje sí pude recorrer bien, ver el potencial de la ola, que habían más olas y sacarle un poco el rollo a en qué condiciones funcionan”, es por eso que a veces es necesario sacrificar cosas con tal de continuar la búsqueda, sabiendo que ya habrá otra oportunidad para meterse al agua. “El siguiente paso es ir de nuevo con las condiciones buenas para estas olas y surfearlas”, viaje que está en planificación para este mismo invierno.
Ahora, la idea de Nicolás es no solo continuar explorando sino también hacer algo con respecto a la basura que se encuentra contaminando nuestras costas, “me he topado con basura en lugares donde no llega nadie, así que realmente el tema está súper fuerte y me gustaría a futuro desarrollar un par de proyectos con ello”, razón por la que sus viajes no se enfocan únicamente en las condiciones del mar sino también en conocer las distintas localidades rurales de Chile y su posición con respecto a la basura y la conservación del medio ambiente.
En un país con más de ocho mil kilómetros de costa podemos estar seguros que las olas no faltan y le corresponde a aventureros como Nicolás la odisea de salir a buscarlas.
Fotos y material gráfico: Nicolás Soza.